Una invitación a vivir el aquí y ahora, a conocerse a sí mismo y encontrarse con la Verdad. En esas palabras podría resumirse la esencia de la filosofía de Satyaprem, un líder espiritual y escritor brasilero que en su búsqueda personal decidió tomar el camino de la meditación.

Su propuesta para alcanzar el éxito y la felicidad trasciende principios que el ser humano cultiva desde su niñez como la lógica para evolucionar hacia una vida más emocional y menos racional.

Por eso, asegura que hay que cortar con el pasado y alejarse de las metas que prometen un futuro mejor para poder fluir en la vida de una manera liviana, sin tropiezos. Un mensaje que está implícito en cada página de su nuevo libro ‘Tú eres el buda’.

“Todo lo que tienes que hacer – dice – es ser tú mismo, vacío de contenido, silencioso. Porque la Verdad es universal y todos los que llegan hasta ella se silencian en hermandad amorosa, pues la Verdad es Amor”.

¿Satsang es algo así como un estado del ser humano al que se puede llegar?

Satsang quiere decir literalmente, desde el sánscrito, la lengua antigua de India, encuentro con la Verdad. Porque Sat significa Verdad y Sang quiere decir Encuentro o Comunión. Luego se puede decir que Satsang es estar en Buena Compañía.

En nuestro contexto podríamos entender el término como estar en paz con uno mismo, consciente y alerta para poder investigar el misterio de la existencia y saber quiénes somos. En ese sentido no es un estado como tal, pues la comprensión de la naturaleza del ser humano está más allá de las formas y de los nombres, de los estados transitorios del existir.

Lo primero que usted propone para llegar a ese encuentro con la verdad es un corte con el pasado, con la lógica y la racionalidad. Pero resulta que desde niños nos enseñan a razonar, a actuar de una manera lógica a pensar que uno más uno es igual a dos. Aquí surgen dos preguntas. ¿Por qué hay que desaprender eso? Y ¿Es posible lograrlo?

Sí, eso, un corte con el pasado, con lo imaginado, con lo pensado. Intentaron enseñarnos a actuar de manera lógica, pero la vida no es así. Necesitamos aprender a actuar también de manera ilógica para fluir más armónicamente.

De hecho, si miramos a la sociedad de nuestros días es indiscutible que hay mucho por hacer, literalmente, falta educación. Entonces lo que hay que hacer es romper con esa tiranía de lo racional y ponerle más corazón a nuestra manera de relacionarnos con el mundo, así que la paz viene de no robarle a los niños su inteligencia emocional, para que evolucionen no sólo como seres que piensan sino como seres que sienten. Eso es buscar un equilibrio entre los hemisferios cerebrales.

Desaprender empieza a generar incluso comprensiones más completas de la vida. Al final, como dijo Albert Einstein, entre uno y dos hay infinitos números. Una historia: un erudito tiene que cruzar un río en una región remota y se sube a un pequeño barco. Durante el viaje le pregunta al balsero si sabe leer y el pobre le dice que no. Así, el pretencioso erudito habló un montón de cómo el balsero estaba desperdiciando su vida por no leer.

De pronto, en medio del caudaloso río el barco comienza a hundirse. El balsero entonces mira al erudito y le pregunta: ¿sabes nadar? El erudito dice que no. “Entonces vas a perder tu vida”, dijo el balsero, porque el barco se va a hundir y el río es profundo.

¿En qué fundamenta su premisa que dice que no hay que buscar el éxito?

Lo que está oculto en esa afirmación es que cuando uno desea una cosa, su opuesto se manifiesta. La idea de metas y manifestaciones del deseo como modo de vida es estrategia de los negocios, del lucro en la sociedad y eso genera mucha infelicidad.

Lo que pasa es que desde niños nos enseñan a sufrir por algo que no tenemos, con lo que nos roban la capacidad natural de disfrutar lo que tenemos, por más simple y mundano que sea. Entonces lo que está implícito en la idea de no tener metas es celebrar el momento presente en su totalidad, sin dejarse llevar por los deseos hacia un futuro que no existe.

O sea, hacer uno lo que tenga que hacer con todo el amor, pero sin esperar recompensa. Y así, uno empieza a vivir la vida momento a momento y la vida se transforma en un gran regalo, un gran presente, sin pasado y sin futuro. El mejor lugar del mundo es aquí y ahora.

Parece que la base de toda esta filosofía está en el silencio. ¿Por qué es tan importante en nuestras vidas y cuál es su verdadero significado?

Porque el Silencio es el espacio vacío de la copa que contiene el vino de la vida. ¿Dónde vas a poner tu cuerpo si no hay espacio para él?

Lo mismo ocurre en todo, pues el silencio es donde ocurren los mejores momentos, pensamientos y emociones. En cambio, si hay mucho ruido interno y externo el ser humano pierde la capacidad de ser creativo, se torna neurótico y loco.

Según el título de su libro ‘Tú eres el buda’, si el ser humano entra en el ahora podrá ver al buda que es. Pero ¿por qué todos los seres humanos deberíamos ser budas?

Porque un buda es despierto. No está soñando en el tiempo. Una sociedad de budas es nuestra evolución, pacífica, abundante y despierta.

Sin metas, estás tranquilo. Eso dice el libro. Pero en la sociedad actual, en el mundo laboral, productivo y académico, fijarse objetivos para conseguir resultados de cualquier orden es necesario. ¿No es exagerado decir que hay que olvidarnos de las metas?

La meta es una práctica neurótica. Por eso la sociedad actual es tan destructiva y ya no vamos muy lejos. Es urgente el cambio, porque lo que enseña el mundo actual ya está viejo, ya no sirve. Basta con mirar la economía europea o norte-americana. Pero tenemos que adelantarnos y tener la sabiduría de proponerles un mundo mejor a nuestros hijos. Un mundo más igual, más pacífico, más creativo.

Por lo tanto la paradoja, vivir sin metas es la meta. Intenta no preocuparte por el futuro por una semana y dime cómo te sientes. Y de esa sensación mira cómo tu vida se llena de beatitud.

Usted es conocido por los retiros llamados ‘Encuentros con la verdad’. ¿En qué consisten y que se puede esperar lograr con esta actividad?

La noción de logro ya frustra el propósito. Pero consisten exactamente en investigar la naturaleza de las cosas, nuestra naturaleza, quiénes somos y qué es eso que llamamos vida, todo a manera de charla, con intermedios de meditaciones espontáneas. De este modo se descubre que lo que pensamos ser es apenas un pensamiento muy alejado de la realidad.

Una de las preguntas que usted repite a sus talleristas es ¿quién eres tú? ¿Cuál suele ser la reacción de la gente cuando descubre a alguien distinto a lo que creía que era?

Normalmente invito a la gente que pregunta eso a que venga a tener una experiencia directa. La reacción es de pacificación, de relajación. La sensación se puede traducir como éxtasis, felicidad, alegría sin causa, beatitud sin fin.

Colombia atraviesa un momento coyuntural con los diálogos de paz. Y uno a veces siente que, a pesar de la guerra y sus trágicas consecuencias, aún hay enemigos de la paz. ¿Cómo puede ayudar a esta causa su filosofía de vida? ¿Cómo llevarla a esferas más altas que permitan un cambio más profundo?

Sería fantástico por la paz, no solamente en Colombia sino en el mundo como un todo, que empecemos a investigar científicamente, sin supersticiones la naturaleza de la paz. Hemos estado muy involucrados en la guerra y sus estrategias y no sabemos nada de paz, hablamos e intentamos sin éxito, porque la paz social es la paz del individuo.

Para gobernar necesitamos individuos pacíficos, altruistas, amorosos y para eso hay que generar voluntad original que venga de un corazón pacífico.

No hay otro camino que preguntarse quién es uno e ir a lo más profundo de la experiencia. Que Colombia pueda despertar para eso es bueno, su pueblo sufrido lo merece.

Mucha gente critica a Paulo Cohelho, pues asegura que es un ‘mercachifle’ que vende ilusiones a los desesperanzados. ¿Por qué hay tanta prevención con quienes predican este tipo de enseñanzas?

Siempre que alguien sale a la luz habrá quienes lo critiquen, porque quieren lo que él conquistó. Pero de vendedores de ilusiones el mundo está lleno. La humanidad es adicta a la ilusión, es lo que mueve el mundo.

En el momento en que la gente empiece a despertar de la ilusión, del sueño de futuro, van a hacer lo mejor ahora.

Eso me recuerda la historia del té de Alice, del país de las maravillas, donde hay una placa que dice “Mañana, jalea de frambuesa”. Entonces ella vuelve al otro día y pide jalea de frambuesa y el mozo le contesta: “Sólo mañana”. Al revés, desesperanzarse es salir de la ilusión del mañana.